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una escena del gladiador en mi habitación

Actualizado: 7 jul


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¿Por qué le tememos al color en nuestros espacios?

 

La mayoría opta por lo seguro: pintar las paredes de blanco. Blanco es amplitud, limpieza, neutralidad. Pero también es olvido. Olvido de que los colores provocan emociones, moldean atmósferas, y pueden alterar profundamente nuestra percepción del espacio - y de nosotros mismos.

 

Existe una teoría del color que describe lo que cada tono comunica y cómo combinarlos. Sirve de mapa, sí, pero no es una sentencia. En diseño, como en la vida, las mejores decisiones no siempre siguen manuales. Si buscas vitalidad, mira hacia los rojos, naranjas y amarillos. Si deseas calma, los azules y verdes son tu terreno. Lo demás es exploración.

 

Cuando me mudé, todas las paredes eran blancas. Y ahí comenzó la duda: ¿arriesgarme o no a pintar? El temor venía con una lógica repetida: “Si el espacio es pequeño, el color lo hará parecer aún más chico.” Entonces hice una primera ruptura: separar los espacios por función.

 

En la zona social —sala, comedor, oficina, cocina— elegí un azul: BL-043 Princes Town de Kolor. Pinté dos columnas robustas, simétricas, que reflejan la luz y el entorno. El resultado fue inesperado: las columnas no cerraban el espacio, lo enmarcaban. Crearon un arco visual que separa sin dividir. El azul contrasta con las cortinas verdes y las plantas, dándole vida a todo sin ruido visual.

 

Para el dormitorio, quería otro efecto. Pensé en terracotas o cafés, algo que absorbiera la luz del ventanal inmenso. Pero temí exagerar. Elegí entonces un amarillo suave: BL-114 Castrocaro de Kolor. Ese color tiene algo de trigo maduro, de campo al atardecer. Y sí, me remitió a esa escena de Gladiador en la que Máximo roza las espigas con la mano, regresando a casa. Eso quería: no solo un lugar para dormir, sino uno que me trajera paz, memoria y permanencia.


 

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Hoy, cada vez que cruzo mi sala, veo esas columnas como portales. No hacia Roma, pero sí hacia un espacio elegido. El miedo al color es, en el fondo, miedo a decir esto soy yo. Porque una pared blanca puede ser un refugio, pero también una renuncia. Y yo no quiero vivir renunciando.

 

 
 
 

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